Paradojas de la ciudadanía

Tom Winter Family

The Forgotten Holocaust: The Roma Fate – El Holocausto olvidado: el destino de los gitanos europeos

In 1945, Walter Winter, a German Roma (actually, Sinto) who survived Auschwitz along with his brother Erich, came back home. At Cloppenburg “the lads with whom we had gone to school and played football were now local authority civil servants”, he remember in his Memoirs, Winter Time.   But this fact didn’t make easier the hard effort to recuperate their property, families and lives after so much suffering: Walter and Erich were send to several concentration and extermination camps (Auschwitz-Birkenau, Ravensbrück and Sachsenhausen), before been forced to serve as soldiers on the Russian front in April 1945. Miraculously, both of them survived.

Walter Winter

When they returned, the local authorities, supposedly denazificated, tried to register them as “stateless” because their Sinti origin: “They knew precisely who we were –Walter wrote in his Memoirs-. Nevertheless, they wanted to register my brother Erich and myself as being stateless”.

“I said, ‘Just a minute! You’re not going to write that! Don’t you dare write that (…). Didn’t we go to school together? Didn’t we play football together?’
‘Yes.’
‘And didn’t we used to live here? Didn’t we grow up here?’
‘Yes.’
‘And do you want to write stateless! Don´t you dare! We were born here!’ – I brought my fist down the table with a loud bang (…).
‘All right’, he said, ‘all right, all right!’
(…) He then wrote German”.

The personal combination of decision and self-control, that probably helped him to survive during the prior years, also served to “re-conquest” the German nationality in 1945. But his case wasn’t common. As Thomas Neumann and Michael Zimmermann, the historians who edited WinterZeit (the German original edition was published in 1999), quoted in the Postscript (“Sinti and Roma in Post-War Germany”) the defeat of the Nazi regime didn´t mean the recognition of all its victims. Particularly, the Roma people. They were not only denied victim status (arguing that their persecution was not for Winter Timeracial reasons but for their “asocial” and criminal behaviour), but also they continued to be confronted with repression and discrimination. “More over, the same ‘Gypsy specialist’ remained in the Criminal Police after the war and continued the so-called ‘campaign against the Gypsy nuisance’ which, during the Nazi period, had been responsible for the recording, registering and collection of data on all ‘Gypsy and vagrants’ in the Third Reich and which led to their persecution, deportation and subsequent genocide. These officials also often appeared as ‘experts’ in compensation proceedings allowing the perpetrators to determine the validity of survivors’ claims” (p.153).

Some times words seem unnecessary, but in our days they are more necessary than ever. Open societies need to deal with their past but, even more, to connect the past with the present.

Is not of less importance to think and be careful about the meanings of the words we use.

*****

En 1945, Walter Winter, un sinto (gitano) alemán superviviente de Auschwitz, volvió a casa junto a su hermano Erich.Walter Winter 1945

En Cloppenburg, la ciudad en la que vivieron hasta que el régimen nazi les deportó, “los chicos con los que habíamos ido al colegio y jugado al futbol eran ahora autoridades y funcionarios locales”, recuerda en sus Memorias –Winter TimePero este hecho no hizo más fácil el intento de recuperar sus propiedades, sus familias, sus vidas en definitiva, después de tanto sufrimiento: ambos hermanos habían pasado por varios campos de concentración y exterminio -Auschwitz-Birkenau, Ravensbrück y Sachsenhausen-, sobreviviendo milagrosamente, antes de ser enviados como soldados forzados al frente ruso durante los últimos meses de la Guerra.

Cuando volvieron, las autoridades locales, supuestamente desnacificadas tras la derrota del III Reich y la ocupación aliada, intentaron inscribirlos en el registro vecinal como “sin estado”, apátridas, debido a su ascendencia gitana: “Sabían exactamente quiénes éramos –escribió Walter en sus Memorias-. Sin embargo, querían registrarnos a mi hermano Erich y a mí como sin estado”.

“Dije, ‘¡Espera un minuto! ¡No vas a escribir eso! No te atrevas a escribirlo (…). ¿No fuimos al colegio juntos? ¿No jugamos al futbol juntos?’
‘Sí’
‘¿Y no vivíamos antes nosotros aquí? ¿No crecimos aquí?’
‘Sí’
‘¡Y quieres escribir sin estado! ¡No te atrevas! ¡Nosotros nacimos aquí!’ – Dejé caer mi puño sobre la mesa con un fuerte golpe (…).
‘De acuerdo’, dijo, ‘de acuerdo, de acuerdo’
(…) Entonces escribió Alemán”.

La especial combinación de decisión y autocontrol, que probablemente le había ayudado a sobrevivir durante los años anteriores, le sirvió en 1945 para “re-conquistar” la nacionalidad alemana. Pero su caso no fue el de la mayoría.

Como Thomas Neumann y Michael Zimmermann, los historiadores que publicaron WinterZeit (la edición original alemana salió a la luz en 1999) señalaron en el Postscript que cierra el libro (“Sinti y Roma en la Alemania de posguerra”), la derrota del régimen nazi no significó el reconocimiento de todas sus víctimas. Especialmente, para el pueblo Roma (gitano). No solo se les denegó la consideración de víctimas del terror nazi, argumentando que su persecución no había tenido lugar por motivos “raciales” sino por su comportamiento “asocial” y criminal, sino que también continuaron sufriendo represión y discriminación después. “Incluso, los mismos ‘especialistas sobre gitanos’ se quedaron en la Policía Criminal después de la guerra y se encargaron de proseguir la misma campaña contra el llamado ‘problema gitano’ que durante el nazismo había llevado a la recogida y registro de datos sobre ‘gitanos y vagabundos’ que condujo durante el III Reich a su persecución, deportación y consiguiente genocidio. Estos funcionarios también actuaban con frecuencia como ‘expertos’ en las solicitudes de indemnización, permitiendo a los ejecutores determinar la validez de las reclamaciones de las víctimas” (p.153).

Algunas veces parece que las palabras no son necesarias, pero, de hecho, hoy en día los son más que nunca. Las sociedades abiertas necesitan enfrentar su pasado y, aún más, relacionarlo con su presente.

De no menor importancia es reflexionar sobre los significados de las palabras y ser exigentes con el lenguaje que empleamos.

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